San Carlos, Sonora

Hay lugares bendecidos por Dios. Hay lugares que cuando fueron creados, la naturaleza decidió darle más pinceladas que al resto del mundo. Hay lugares que dejan boquiabierto a cualquiera con su majestuosidad y su paz. Así es San Carlos, Sonora. Bendecido con el poderoso desierto y abrazado por el sublime Mar de Cortés, no en balde, San Carlos es clasificado entre las 10 mejores vistas oceánicas por National Geografic®.










Con una población pequeña de 2,500 habitantes, de los cuales muchos son población flotante extranjera del norte del continente (que llega a refugiarse del frío de sus países), San Carlos se impone glorioso para locales y visitantes, ofreciendo buen descanso, buena vista y, lo que nos compete, buena comida. Para los que vivimos en el centro del país, la mejor forma de llegar ahí es volando a Hermosillo y después rentar un auto o tomar transporte para San Carlos (aproximadamente 1 hora de camino).

 

Precisamente hablando de comida, Sonora es uno de los estados más agraciados en cuanto a la calidad de sus alimentos. Ahí podemos deleitarnos con un exquisito corte de carne, pero también con una pesca fresca y sublime de la mañana, lista para ser saboreada. Una mezcla que sin duda hay que aprovechar. Mi visita fue fugaz (apenas de día y medio) pero eso no quitó el haber degustado grandes platillos, mismos que aquí les comparto.

 

Tortuga’s Restaurant Bar. Uno de los lugares más recomendados por los locales es este bar. Familiar, con música en vivo y una carta amplia, ahí pude degustar justamente esta simbiosis suprema del Mar y Tierra. Un jugoso ribe eye al carbón acompañado de 6 maravillosos camarones salteados al vino blanco, espárragos al parmesano y papa al romero, la fusión de sabores fue simplemente mágica. La carne, al punto, suave, jugosa y potente, abrazaba con fuerza a los camarones rebosantes, bien sazonados y exquisitos. Sin duda un plato que hay que comer sí o sí en la región. 


Coco relleno. Mi favorito del viaje. Por sugerencia de unos amigos, al llegar a la playa Algodones, tomamos un toldo, nos sentamos y una señora de un puesto de lámina nos gritó que si deseábamos algo. Yo, tragona como siempre, le pregunté si tenía esta recomendación, a lo que respondió que sí. Cabe referir que un buen amigo que iba en el grupo, meticuloso de su salud, fue al puesto a preguntar por la frescura y cuidado de los productos. Cuál sería nuestra sorpresa que todos los ingredientes habían sido recién pescados unas horas antes, pues el relleno del coco es precisamente, mariscos. Pulpo, caracol, callo de hacha y camarón, perfectamente mezclados con la “carnita” del coco, acompañado de salsas varias, son los ingredientes que se conjuntan al unísono para generar esta sinfonía de sabor. No hubo forma de dejar nada, cada bocado valió todita la pena.


 

Embarcadero Cocina + Bar. Listos para disfrutar de una tarde en el yate (con viento invernal que obvio impidió usar el traje de baño), decidimos comer en uno de los restaurantes al pie del embarcadero. Aquí comimos varias cosas super buenas como el tartar de atún pero sin duda mis favoritos fueron los tacos de marlin, rebozantes, potentes y deliciosos.

 

Si bien conocer lugares nuevos, deleitarme con platos maravillosos y gozar de grandes vistas es de lo que más me gusta en la vida, lo que siempre le da ese toque cálido, cercano y de cariño a los viajes es con quienes los realizas. En esta ocasión, estuve por aquellas tierras acompañando a una de mis amigas más queridas en su nueva etapa de vida a lado de su esposo, y este pequeño road trip lo hice con extraordinarios amigos con quienes disfruté, gocé, comí, bailé y me asombré de mi México. Gracias a cada uno de ellos por haber hecho de este viaje algo mucho más bonito.




¡Buen Provecho!

Amante del Buen Comer®

 

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